lunes, 7 de febrero de 2011

Diario de un cura rural

De los cineastas trascendentales que estudió -y puso en órbita, al menos en Estados Unidos, que es como decir en el mundo- Schrader, me gustan muchísimo Ozu, Dreyer y Bergman, pero en las películas de Bresson siempre me ha costado mucho entrar. De hecho, por más que lo he intentado, no he conseguido que me lleguen a apasionar. Sus películas me parecen interesantes, y poco más. Y alguna de ellas, como el Diario de un cura rural, me deja absolutamente frío. La ha vuelto a ver en estos días y mi impresión es la misma que cuando la vi por primera vez: ese cura del título, atormentado por motivos que me resultan inexplicables (ya sé, ya sé: crisis de fe), yendo y viniendo de casa de los marqueses a su casa, con la misma cara desencajada, me instala en el desinterés más absoluto. Desinterés al que contribuyen una música enfática, que intenta aportar la expresividad de la que carecen las imágenes, y esa sempiterna voz en off que, por mucho que proceda del original literario de Bernanos, acaba cansando al espectador. Y no se trata de que me distancie la temática (que, la verdad, me cae lejos), porque otras películas que han tratado ese tema -la fe, la gracia, la divinidad- me han emocionado hasta los tuétanos. Me refiero a La palabra o Los comulgantes, por poner dos ejemplos excelsos de cine espiritual. Pero en el Diario de un cura rural lo único que me gusta es la fotografía (impresionante) y algo completamente extracinematográfico: el retrato de la Francia rural de la época. 
A ver si la próxima vez que vea algo de Bresson me pilla el cuerpo de otra manera. De ayuno, en cuaresma, por ejemplo.



2 comentarios:

  1. A mi si me gusto la película. Los diálogos y lo que escribe el sacerdote.

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  2. Yo la vi muy predispuesto a que me gustara (he leído maravillas de este director), pero no fue así. Me habría gustado coincidir contigo. Un saludo.

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