jueves, 6 de octubre de 2011

Tengo algo que deciros



Hay películas inútiles, empedradas de buenas intenciones, que se empeñan en avanzar sin una historia real -quiero decir, una historia que nos interese- sólo porque su autor considera que hay que concienciar al público de algo. Pretenden ser películas de tesis, pero le hacen un flaco favor a la tesis que defienden, porque dan ganas de apoyar la causa contraria. En este caso, la tesis es: La homosexualidad es algo natural y la sociedad debería aceptarla igual que la heterosexualidad. ¿Hacía falta defender esta idea, a estas alturas?
El argumento es sencillo: Tommaso, hijo menor de la acaudalada familia Cantone, vive lejos de la ciudad familiar, entregado a la literatura y viviendo en pareja con otro hombre. Su familia cree que estudia Economía y que va a ocuparse del negocio, y él ha decidido aprovechar una comida familiar para hacer público que es gay y que quiere dedicarse a la literatura. Lo que no sospecha es que, antes de pronunciar las palabras liberadoras, sucederán cosas que alterarán todos sus planes. El director, Ferzan Ozpetek -autor de El hada ignorante- intenta adoptar un tono entre didáctico, simpático y dramático. Pero todo se queda en buenas intenciones. Y las películas no se hacen con buenas intenciones, sino con imágenes que cuentan, con personajes bien dibujados, con actores solventes. Los personajes de la familia son increíbles, planos, y las situaciones son todas impostadas, falsas, a medio camino entre la bufonada y un lirismo de qualité que, en ocasiones, producen vergüenza ajena. Jamás la homosexualidad estuvo tratada de un modo tan estereotipado, y, si el público destinatario de este film es el gay, resulta lamentable la idea que de los mismos posee el director.
Es el tipo de película que, en fin, hace preguntarse al espectador cómo algún productor se atrevió a poner sus huevos en esta cesta, como dirían los anglosajones.