martes, 1 de marzo de 2011

Valor de ley



Los Coen nunca han mirado bien a sus criaturas. Desde los lejanos tiempos de Sangre fácil hasta la actualidad, las películas de Joel y Ethan son un muestrario magníficamente surtido de imbéciles, torpes, mediocres, ególatras, seres patéticos que nunca son conscientes de sus enormes limitaciones. Para los Coen, el ser humano es una calamidad, una criatura zarandeada por el mundo -implacable- y por sus propias pulsiones, que casi siempre suelen empujarlo al dinero, el sexo, el ego o al poder. Pero casi nunca consigue lo que busca, porque es tan torpe que, en la consecución de sus metas -siempre prosaicas, siempre ilusiorias-, suele estropearlo todo. Para los hermanos de Missouri, el mundo es un caos, algo sin sentido . Pienso en Fargo, en El gran Lebowski, en Quemar después de leer, y la distancia con que sus autores miran el mundo que han creado, y a sus criaturas, es insalvable. Es como si los Coen se sientieran muy por encima de ese mundo que presentan, sabedores de su propia inteligencia y superioridad, y por eso a menudo hay una mirada cruel  -cuando no enigmática- sobre esas personas. Su amor por los personajes grotescos, presuntuosos, violentos o rijosos son una marca de la casa, igual que sus imágenes perfectas, su sentido casi matemático de la narración, sus guiones a menudo milimétricos, su gusto por la deconstrucción y el homenaje a los géneros. Son una de las grandes voces del cine contemporáneo, a pesar de que sus películas no siempre están a la misma altura, como es natural.
En la de hoy, Valor de ley, quizá por provenir de una obra ajena a ellos, encontramos, para variar, una mirada más compasiva sobre los seres humanos, sus afectos y sus lazos, y eso otorga una rara cualidad humana a este film, que contrasta con la negrura, el pesimismo de su cine. Las relaciones que se establecen entre Mattie Ross, la niña que quiere vengar la muerte de su padre, y los dos hombres que la ayudan en su tarea (un borracho cazarrecompensas, genial Jeff Bridges, y un ranger de Texas, interpretado por un excelente Matt Damon), son al principio frías pero, poco a poco, acaban formando un equipo bien compenetrado. Entre los dos hombres surgen disputas (no en vano uno representa la vejez, la sabiduría, el estar ya de vuelta de todo, y ha conocido todo de lo que el ser humano es capaz, y el otro representa la juventud, el afán, la inexperiencia, la nobleza de carácter -aunque también la arrogancia, la petulancia-), pero acaban los dos comiendo en la mano de una niña de catorce años que los maneja con su inteligencia y su obstinación sin límites, una niña redicha, sabelotodo, que acaba robando el corazón de sus acompañantes y del espectador. En la película hay espacio para el humor (no son pocas las situaciones en que quedan a la vista los defectos de los dos acompañantes, pero sin la distancia, sin la crueldad que suele ser habitual en el cine de los Coen), pero también para la emoción, para la crueldad, para el lirismo. Al acorde de una música de piano melancólica (obra de su habitual Carter Burwell) se van desgranando las imágenes majestuosas, clásicas, de una narración que se inscribe en el más puro western, por mucho que sus autores afirmen que no intentaron crear un western, sino la adaptación de una novela que sucedía en esa época. Un western melancólico, sucio, que presenta un mundo caótico (como sin duda debió de serlo), donde el imperio de la violencia es la única ley. Y, en mitad de ese mundo salvaje, podrido, despiadado, la inocencia de una niña que quiere vengar a su padre se convierte en una fuerza capaz de enfrentarse con todas las amenazas y de dar un sentido a todo.
Los Coen ya tenían en su haber grandes obras maestras, pero ésta, desde mi punto de vista, está a la altura de Fargo o de Muerte entre las flores.


4 comentarios:

  1. Fantástica reseña. Acabo de ver la película y de disfrutarla. Me ha parecido magnífica, superior a la original con John Wayne (y aunque esto sea una especie de sacrilegio, me ha gustado más este impresionante monstruo que es Jeff Bridges, me transmite más humanidad). Los Coen están en forma, e incluso cuando abandonan, como dices, su punto de vista irónico (posmoderno) son capaces de rodar grandes historias. Para mí, el Oscar "moral" 2010. Saludos.

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  2. Para mí también son el Oscar "moral", aunque los Oscars ya me importan un pimiento. Me encanta la ironía de los Coen, y no sé si es posmoderna o, sencillamente, muy suya, pero esa misma ironía, cuando se pasa de rosca, acaba volviéndome muy lejana, casi hermética, alguna película suya. Por ejemplo, "Un tipo muy serio". Saludos. Y gracias por tu comentario.

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  3. Hola, Atticus.

    Tienes un blog estupendo.

    Estoy de acuerdo en que Valor de ley está a la altura de lo mejor de los Coen. Muy superior, por ssupuesto, a la versión de Henry Hathaway con John Wayne, Oscar la actor aparte.

    y esta chica da mejor el personaje que Kim Darby.

    Nos leemos..

    Ah, me hago seguidor de tu blog.

    Un cordial saludo.

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  4. Muchas gracias, eres muy amable. Sí, Valor de ley (versión Coen) es muy superior a su antecesora, que, la verdad, nunca me resultó muy creíble, sobre todo por esa mujer joven disfrazada de niña. Y por todo, en realidad. No es el mejor trabajo -ni mucho menos- de Wayne, pero yo creo que la Academia quiso premiarlo antes de que fuera demasiado tarde. Un premio honorífico, más que otra cosa.
    Nos leemos, pues.
    Otro cordial saludo para ti.

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