domingo, 13 de marzo de 2011

Downton Abbey



Cójase un buen trozo de Arriba y abajo; añádasele el aroma de las novelas de Jane Austen, la estructura de un culebrón (contenido, como corresponde a los británicos), la intención de Gosford Park y el mundo de La regla del juego, y saldrá un producto bastante parecido a Downton Abbey, una serie de siete capítulos de una hora en la que el creador, Julian Fellowes, consigue una narración fluida, atenta al detalle, con un montón de personajes que al espectador no le resulta difícil seguir (Casciari ensalza sobre todo esta característica) ni identificar. Pero lo auténticamente meritorio es que, contándonos otra vez la misma historia, volvamos a picar el anzuelo y nos dejemos seducir por ese mundo habitado a la par por señores y criados, un mundo de normas rígidas que vuelve casi irrespirables las vidas de quienes lo habitan. 
La serie comienza cuando llega a Downton Abbey -la propiedad en torno a la cual girará gran parte de la trama- la noticia de que los herederos naturales de los condes de Grantham, que sólo tienen hijas, han fallecido en el hundimiento del Titanic. Esa noticia, y la posterior llegada del heredero más cercano -un aristócrata pobre, más próximo a la clase media que a la encopetada familia que habita el lugar- convulsionará un manojo de vidas y servirá al creador y guionista de la serie para mostrar un mundo en decadencia: de hecho, son frecuentes en la serie las alusiones a los nuevos cambios que están llegando (la electricidad, las cosechadoras, el teléfono, la lucha por el voto femenino) y que la rígida aristocracia tiende a rechazar sistemáticamente. Una clase social incapaz de adaptarse al cambio de los tiempos, y necesitada al mismo tiempo de ello, porque es consciente del absurdo del mantenimiento de según qué viejas tradiciones familiares. El piloto especialmente consigue la difícil tarea de mostrar dieciocho vidas entrecruzadas y perfectamente delimitadas. Dieciocho vidas sometidas a la esclavitud de la tradición y sus secuelas, los prejuicios; obligadas a reprimir los deseos y, de no hacerlo, a vivir en una continua hipocresía. 
Conforme la serie avanza, la dureza en la descripción de ese mundo se va ablandando y todos los personajes -excepto dos, los malos de la función-, por debajo de los rituales y los envaramientos, son dignos de aprecio, compasión y cariño. El hecho de que los señores sean benévolos, paternales, generosos, acaba restando tensión (social) dramática, y la separación entre buenos y malos (éstos últimos, de campeonato) acaba inscribiendo la serie en el terreno del culebrón. Un culebrón magníficamente elaborado, cuidado hasta en sus mínimos detalles -bendita ambientación británcia-, un gozo para la vista, la inteligencia y el resto de los sentidos, pero un culebrón al fin y al cabo. Un mundo y una estructura perfectamente reconocibles, que hacen sentirse al espectador como en casa, una casa con mucho lujo a la que, de vez en cuando, le apetece volver para pasar una temporada.


6 comentarios:

  1. Acabo de descubrir este blog y voy visitarte a menudo.

    Por lo que cuentas, Downton Abbey es una serie interesante que no pienso perderme. Gracias por la información.

    Saludos.

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  2. Gracias. Espero que pases buenos ratos con la serie, que, aunque no es de las grandes, tiene suficientes elementos para que merezca la pena verla. Saludos.

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  3. Malditos ingleses, como puede ser que hayan conseguido que esté en un "sinvivir" pendiente de si se casa o no se casa nuestra querida Lady Mary. Es verdad: son los mejores creadores de culebrones del mundo. Muy entretenida y muy adictiva, y con algún que otro detalle sobresaliente (el personaje del señor Bates, por ejemplo). Gracias por tu recomendación, que me llevó a disfrutarla.

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  4. De nada, hombre. Un placer servirte de algo. Es verdad que tiene un componente adictivo. Y, sin ser una de las grandes series (The Wire, A dos metros bajo tierra, Tremé...), es un gustazo verla por la inmejorable factura y por la narración, que es tan elegante como la ambientación. Por cierto, ¿no te ha recordado en algo el personaje de Lady Mary a la Audrey de Twin Peaks, incluso un aire en el físico?

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  5. Ambas tienen mucho carácter y personalidad, pero a la hora de la verdad, nuestra Lady Mary está muy verde comparada con las tablas de la sensual Audry. Y, sí, se parecen físicamente (salvo por la delgadez british de una y la rotundidad yanki de la otra). En todo caso ambas son extremadamente atractivas. Por cierto, Maggie Smith es otro regalo del cielo, que encanto de personaje se fabrica.

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  6. Sí... Yo creo que el guión mima mucho a Maggie Smith. Sus apariciones son espectaculares, y sus frases, memorables. Cuando dice desconocer qué es un "fin de semana" está genial (y el comentario hace pensar).

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