lunes, 15 de agosto de 2011

24 (5ªTemporada)



Jack Bauer vuelve a la carga, acompañado de su móvil -la batería más duradera del planeta- y sus inseparables colaboradores. Y, una vez más, vuelve a salvar el mundo (bueno, Estados Unidos, que es como su metáfora). En este caso, la amenaza (sólo cuento el principio, para no desvelar los giros del guión) proviene de unos terroristas rusos que pretenden usar un gas que todo el rato llaman nervioso. El arranque de la temporada es soberbio, y la conclusión a la altura de la paciencia que el espectador ha invertido en su visionado. El problema es la fórmula, que, después de cuatro temporadas, ya está más que agotada. La capacidad de sorpresa del espectador ya está más que machacada. Uno sabe, al comenzar la serie, que:

1. Hay un traidor, o varios, dentro de la WAT.
2. Bauer va a seguir adelante gracias a última tecnología y a su suma sacerdotisa, Chloe.
3. Las instituciones van a jugar en contra del protagonista.
4. El final es agridulce.
5. Los protagonistas tienen que sacrificar su felicidad personal.
6. Un presidente (ficticio) de los Estados Unidos va a jugar un papel clave en la historia.
7. Los terroristas suelen ser europeos.
8. La cámara es nerviosa, y siente preferencia por los ambientes oscuros y nocturnos.
9. Cualquier problema en manos de Bauer va a solucionarse, antes o después.
10. Habrá varias escenas de tortura -siempre con buenos fines- a mano de Bauer.
11. Todo sucede contrarreloj, y las crisis se solucionan en el último segundo.

A pesar de todo esto, hay que decir que se trata de un producto audiovisual impecablemente realizado, muy bien narrado, solvente. Sus creadores han cogido a Harry Callahan, James Bond, Houdini, Indiana Jones y a MacGyver y han creado a un personaje atractivo, y han sabido acompañarlo de personajes funcionales, sí, pero también atractivos. Chloe, por ejemplo (interpretado de forma soberbia por Mary Lynn Rajskub), la analista de la WAT con una insensiblidad social y una fidelidad a Bauer a prueba de bombas, va creciendo como personaje y en esta quinta temporada tiene un protagonismo que alegra al espectador, que a estas alturas ha aprendido a apreciarla. Los personajes están magníficamente interpretados -aunque no siempre poseen la suficiente profundidad psicológica-, y se ponen al servicio de la historia, del producto final. Especialmente notable es, en esta temporada, el dibujo del despreciable presidente Logan, interpretado de forma sorprendente por Gregory Itzin (cuánto se habría ahorrado Peter Jackson si lo hubiera contratado para interpretar a Gollum).
Aunque hay muchos elementos que satisfacen al espectador, es imposible no notar el cansancio, como decía antes, de la fórmula, que se ha acomodado y le da al espectador lo que éste demanda. La hipertrofia narrativa también, es evidente, acaba instalando en la cabeza del espectador la inevitable pregunta: ¿es necesario que cada temporada tenga 24 capítulos de una hora? Los guionistas sudan tinta china para llenar de tanta acción todo ese tiempo, y a estas alturas no es que hayan caído en el manierismo, es que hace tiempo que lo dejaron atrás. ¿Por qué no titular la serie 12 y contar lo mismo de una forma que no canse tanto?


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