lunes, 6 de junio de 2011

Chloe



Cuando se empieza a ver una película de Atom Egoyan, se prepara uno para una narración sinuosa, envolvente, para una mirada oblicua y sugerente, insana y personal. Y cuando se encuentra uno con una película como Chloe, la decepción acaba haciendo acto de presencia, tarde o temprano. Y conste que se trata de una película aceptable -desconozco el original francés que le sirvió de molde, Nathalie, de 2003- que consigue mezclar el erotismo, el thriller psicológico y el retrato de una burguesía adinerada, ociosa y hedonista que acostumbra a comprar todo lo que desea. La historia cuenta cómo Catherine, una ginecóloga más que acomodada, sospecha de la fidelidad de su marido, David, y para ponerlo a prueba contrata los servicios de una prostituta de lujo -la Chloe del título- a la que conoce casualmente. La película tiene componentes de Atracción fatal, pero afortunadamente no llegan a dañar de forma irreparable al conjunto. Lo que predomina es una clara voluntad de inmoralidad (de raigambre francesa), entreverada en un retrato de clase que se pretende demoledor. Si en Teorema, de Pasolini, el joven interpretado por Terence Stamp dinamitaba las estructuras de la familia burguesa, en Chloe -cuarenta y un años después, con todo lo que ha llovido- es la gélida, cultivada y educadísima familia burguesa la que acaba fagocitando y destruyendo al elemento que se atreve a ponerla en cuestión -esto es, en peligro. La película oscila entre diferentes estilos, y acaba quedándose en una insatisfactoria tierra de nadie, por más que el director quiera jugar con el punto de vista, con un tono cínico que a veces se confunde con su contrario. A veces no se sabe si la película es un canto a las virtudes de la familia o una burla cínica de sus contradicciones. Uno, porque conoce a su director, tiende a pensar más en lo segundo, y eso se convierte en un lastre. Ni que decir tiene que las interpretaciones -especial mención para la grandiosa Julianne Moore y para la inquietante Amanda Seyfried- son soberbias, y que la historia está bien contada, pero uno echa de menos los meandros narrativos de Exotica, que conseguía una turbación erótica en el espectador mucho más desasosegante que la bastante más domesticada de Chloe.
Y se me ocurre preguntarme qué habrá en Canadá para que dos de las mentes más insanas del cine contemporáneo -la de Cronenberg y la de Egoyan- provengan de esa tierra. Aunque Cronenberg, proveniendo de un género bastante menos dado a la glorificación del auteur, consigue seguir siendo él mismo incluso cuando se presta para proyectos comerciales -estoy pensando en La mosca- y sabe hacer oír el río turbio, oscuro, frío, visceral y mutante que late en el ser humano por debajo de las convenciones de los géneros.
                            
                                    

2 comentarios:

  1. Pues estoy totalmente de acuerdo y pese a que la película no es mala y está bien nrrada e interpretada, se queda un poco en una película comercial potable, que es mucho menos de lo que se espera de Egoyan. Habrá que esperar. Un abrazo.

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  2. Claro, ése es el problema de poner el listón alto con tus películas anteriores. Abrazos.

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